Noche de viernes

La miré a sus ojos lapones mientras ella hacia un movimiento felino con su mano en mi hombro, como un gato que rasga neuróticamente las cortinas de la sala. Después de un cómodo silencio prolongado, la cerveza pudo más y empezamos a hablar. Un tema repetido sobre la barra del bar Sint German: –Admiro aquellas personas que pueden sentirse apasionadas por algo y lo llevan a cabo–, dijo ella cortando el silicio que nos unía. Dejé de examinar la parodia del Gernica de Picasso que hay sobre una de las paredes del bar donde las victimas del bombardeo parecen estar disfrutando de un bacanal y me puse en disposición de escucharla. –Quisiera hacer algo que me entusiasme, pero no lo encuentro– agregó después de tomar un chupetazo de cerveza. Mientras discurría su lamento, me planteaba si es posible o al menos práctico sostener la voluntad de perseguir algo motivado por algo tan frágil como la pasión.

Quienes como yo provenimos de una tradición judeocristiana nos han inculcado con palmada en el trasero que es noble seguir el ejemplo de aquellos que se han sacrificado apasionadamente por los hombres. No voy a entrar a criticar esta doctrina aun cuando desafortunadamente está ligada a mi personalidad. Pero si puedo al menos reclamar las dudas que guardo respecto a la pasión como una fuerza constructiva. Me parece que la pasión es como un gatillo, sin duda es el impulso que motiva muchas acciones humanas para el beneficio individual y de los demás, sin embargo, como diría Jung: “un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca”.

La razón me indicaba que era el momento de redirigir la conversación a un tema menos pantanoso. Pero no pude dejar de solidarizarme con ella ante esta sensación de orfandad frente a las pasiones. –A mi también me pasa lo mismo– le dije. Y antes de que pudiera exponer mi duda, sobre si abandonar las pasiones es un signo de madurez o un sentimiento nostálgico, ella empezó a adular mi aparente capacidad para entusiasmarme por temas diversos y delirantes. –Pero ¿y de que sirve sentirse atraído por tantas cosas si al final no puedes concentrarte en nada y además te llegan las cuentas por pagar cada mes?–, repuse. La conversación transcurrió en medio de algo que yo interpretaba como un halago y ella como un consuelo. Los dos tocamos el fondo de nuestras cervezas y nuestras frustraciones. Salimos del bar, volvimos a casa e hicimos el amor para silenciar nuestras pasiones.

2 comentarios:

  1. Anónimo4:00 p.m.

    Jung: “un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca”.

    Y tú eres un romántico!

    "Cuando dos personas están bajo la influencia de la más violenta, la más insana, la más ilusoria y la más fugaz de las pasiones, se les pide que juren que seguirán contínuamente en esa condición excitada, anormal y agotadora hasta que la muerte los separe."

    George Bernand Shaw

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  2. Anónimo9:16 p.m.

    tienes q volver al mundo blog, cuando haces blog... ya no hay stop!

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