Notas al pie (1): Oscar Wilde

Siempre me han gustado esas historias de personas normales, como usted o como yo, que de pronto se encuentran de improviso en una situación inesperada que de repente rompe todos sus referentes morales y éticos. El Crimen de Lord Arthur Savile de Oscar Wilde es una corta narración de misterio psicológico. Una tragedia que describe con humor y sarcasmo algunas actitudes humanas en torno al destino y la culpa.

En la historia, Lord Arthur, el personaje principal, deja que lean su mano en una recepción que reunía a la crema y nata de la sociedad londinense. Después de que el quiromántico lee la palma de la mano de Lord Arthur, el protagonista descubre que en su futuro será un asesino. Lord Arthur quiere casarse pero decide que no tiene derecho a hacerlo sin antes convertirse en un asesino. Lord Arthur es un tipo bastante normal y de buenas intenciones. Pero al saber que su destino es convertirse en un criminal, prefiere resolver su delito antes de poderse casar y de esta manera liberarse de esta deuda con el destino.

(1) Esta corta narración me hizo recordar que cuando estudiaba antropología escribí una monografía sobre personas que habían estado en la cárcel. Como un ambicioso estudiante quería poner en práctica los métodos de la fenomenología y descubrir los entramados profundos del sistema penal colombiano. No obstante, me estrellé con los complejos entramados de la psicología humana. El resultado final fueron unos testimonios mal hilados, mezclados con superficiales interpretaciones antropológicas.

Sin embargo, lo más interesante de la experiencia fue cruzarse con esos enigmáticos personajes: “criminales” de carne y hueso. Era frustrante, por un lado, porque después de hablar por horas con ellos, veía cómo mi estudio dejaba de tener algún tipo de coherencia sociológica. Especialmente porque dejaba por el camino los métodos y las preguntas que con antelación había construido inspirado en Foucault, Berger y Luckmann y las cuestiones de la fenomenología contemporánea. Lo que realmente me interesaba con obsesión era entender la naturaleza de la culpa y creía ingenuamente que estos sujetos que habían transitado por el juicio, la sindicación y el estigma de ser unos criminales podían darme luces al respecto.

En ese entonces me encontraba entrevistando a un ex-guerrillero de las FARC que había salido de la cárcel gracias a una amnistía del gobierno de Pastrana. Justo un par de días antes, el 7 de febrero de 2003, un carro bomba explota en un prestigioso club social de Bogotá (El Club del Nogal) y 35 personas mueren. Para la fecha de la entrevista con mi informante, ya se empezaba a ventilar la posibilidad de que el atentado había sido planeado por las FARC.

Los encuentros con Mauricio, que era la chapa, o nombre falso que él utilizaba para ocultar su identidad, se hacían cada vez mas complicados. Era un hombre muy temeroso y angustiado ante la posibilidad de que al intentar reintegrarse a la vida civil pudiera terminar muerto ante una retaliación. Sufría de problemas gástricos y no tomaba café. Después de haber recibido cinco balazos en su cuerpo (y haber sobrevivido para contarlo) lo único que no deseaba era estar en una cafetería o un sitio público poco transitado. Prefería el agua y los espacios abiertos para hablar. Cuando logramos encontrar un lugar para sentarnos, decidí lanzarle la pregunta que durante esos dos días me tenía dando vueltas en la cabeza:

¿Mauricio cree usted que las FARC están detrás del atentado del Nogal?

Se sorprendió con mi pregunta, algo exaltado me respondió que él no tenia ni idea y que si igual supiera algo no me lo diría. Me puse muy nervioso, este era un tipo tranquilo pero rudo en apariencia. Había vivido los traumas propios de la guerra.

Seguí con la siguiente pregunta:

¿No le parece muy injusto poner una bomba en un club social donde terminan muertas 35 personas, entre ellas niños y mujeres que no son en absoluto un blanco militar?

Ante la severidad de la pregunta el respondió:

– Usted no lo podría entender, por más que yo se lo explique. Creí que veníamos a hablar de mi experiencia en la cárcel. – Dijo reprochando mi impertinencia.– ¿Usted vino a aquí a juzgarme o a hablar? – Calló y antes de que yo pudiera retractarme prosiguió: – Déjeme decirle una cosa, esas personas que murieron en El Nogal no tenían la culpa de estar allí, así como yo no tengo la culpa de haber sido un guerrillero de las FARC. Las cosas son como son en este país y ni usted ni yo vamos a cambiarlas tratando de convencer el uno al otro quien es mejor persona.

Cuando terminó de decir esto, no sabía qué más preguntarle. Finalmente tomé mis apuntes y decidí volver al esquema que había diseñado para la entrevista. Sus palabras me persiguen hasta hoy. Después de ese día estoy cada vez mas seguro que el destino y la culpa guardan una relación misteriosa que aun no logro descifrar. Son dos factores que rigen nuestras posiciones y decisiones, tanto si creemos ciegamente en ellos, como Lord Arthur, como si los ignoramos y ni siquiera nos planteamos su existencia.

4 comentarios:

  1. No hay que comerle a la academia justamente porque no alcanza a dar cuenta de cosas como el destino y la culpa.

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  2. Se equivoca la academia cuando se vende como un lugar al que uno debe asistir para resolver sus dudas, pues lo único que realmente hace bien es agobiarnos con ellas.

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  3. es el mejor post suyo q he leído, de lejos. Qué interesante esa cosa del destino; hace poco pensaba en eso, y si existe la palabra, existe la cosa q la nombra; pensé eso a propósito de mis dudas sobre la existencia del destino y de mis encuentros con alquien. A veces es como si uno fuera dando tumbos por la vida encontrándose con lo que está en el camino, que es propio. esas supuestas casualidades, por ejemplo, que tanto asombraban a breton o a C.bresson, es algo que me gusta mucho, mi querido amigo. Me sorprende ver a menudo un resto de gente que intuye que las cosas le pasan porque le deben pasar; es una intuición muy fuerte respecto al destino, que me llama, que me llama, que me llama, lama, la atención.

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  4. Destino y culpa... no lo había pensado desde esa perspectiva, pero es muy cierta la relación, aunque a veces me pareciera un pretexto para justificar ciertos descaches, ciertas mentiras, ciertas injusticias...

    En todo caso, buenísimo el post, buenísimo el azar y buenísimo el destino (siempre y cuando sea ocasional a la voluntad)...

    Ah, y gracias por volver a Los Hilos de Moira... pero creo que ahora me encuentra más en la estaciondaniel.blogspot... por si no se ha pasado por allá, lo invito!!...

    Cuídese y no deje de escribir, llega muy lejos (y adentro) con sus apreciaciones!!...

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