De viaje por Tideland



Después de días sin volver a cine logré convencer a un par de amigos para que me acompañaran a ver la última película de Terry Gilliam. Este director, guionista y dibujante que ha creado peliculas alucinantes como Brazil (1985), The Adventures of Baron Munchausen (1988) y Twelve Monkeys (1995) me vuelve a sorprender con una historia que no ha dejado de darme vueltas en la cabeza. Al mejor estilo de Alicia en el País de las Maravillas, Tideland (2005) cuenta las aventuras imaginarias Jeliza-Rose una pequeña niña de ojos inquietantes que para escapar de una realidad aterradora se sumerge en un mundo imaginario.

Al salir del cine de Verdi mi amiga Daph, que la vi un par de veces llevándose las manos a los ojos y recogiendo las piernas para quedar en posición fetal reconoció que la película le había afectado mucho. Bill que está mucho más acostumbrado a historias más tradicionales rápidamente admitió que la película daba asco. Nada para extrañarse, Terry Gilliam es uno de esos directores que despierta esos dos tipos de reacciones. En un artículo de El Periodico dice: "Quiero que la gente diga de la película o que es genial o que es una mierda". Lo peor, en su opinión, es que alguien suelte: "¡Bah! Está bien".

Exintegrante the Monthy Paython, Gilliam, que hace pocos días salió en la contra de La Vanguardia afirmando que no ha terminado de aprender a hacer películas y que decidió abdicar a la ciudadania norteamérica para no apoyar a una nación pro armamentista, tiene una actitudes muy coherentes para ser uno de los grandes del cine alternativo, indi o como se le quiera llamar. Sus películas le apuestan a públicos inteligentes que quieran atreverse a dejar a un lado la fast food for our minds a la que nos acostumbran el cine más “normal”.

Tideland es una adaptación cinematografica de una novela de Mitch Cullin; un monologo poético de una niña de padres yonkis, cuyos amigos son las cabezas de unas barbies y su novio que es un enfermo mental. Una historia que nos hace reflexionar sobre la necesidad de preservar la capacidad de sorprendernos e imaginarnos ficciones de mundos posibles. Fotografía impecable y la actuación de Jodelle Ferland (Jeliza-Rose) magistral.

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