Por un plato de lechona

Acabo de llegar de votar. Todavía me pregunto si hubiera sido mejor quedarme en la casa. Pero bueno, había que ir por la lechona que venden a la entrada del Carulla: símbolo de lo que ha sido la política en Colombia desde siempre.

Mientras comía un plato de ocho mil pesos pensaba cuántas victorias electorales han sido mediadas y ganadas gracias a este exquisito animal relleno. Y es que en un país con hambre, sin democracia, sin estado, sin educación ¿quién no marca una equis por cualquier tonto aparecido a cambio de un plato de lechona?

¡Pues claro!: los que podemos comprarlo en Carulla.

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